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Así como el sigloáXXásignificó la época de las “guerras del petróleo/gasö que formaron parte de los juegos geoestratégicos de las superpotencias, el sigloáXXIáse orienta a las “guerras globales del aguaö que ya empezaron en algunas zonas del planeta, pletórico de agua marítima y, paradójicamente, sediento para la mayoría de los humanos.áExisten dos abordajes que colisionan: 1) la privatización que ha desequilibrado la armonía social, al borde de la ruptura global, mediante las desalmadas cuan inicuas “leyes del mercadoö de la bancocracia/plutocracia, y 2) el enfoque humanista que enaltece el bien común de todos los seres vivientes de la biosfera, concepto (r)evolucionario del geoquímico Vladimir Vernadski. La privatización del agua ha provocado estragos por doquier: desde Bolivia, donde la revuelta de los alienados indígenas contribuyó al derrocamiento del régimen neoliberal, pasando por Alemania, máxima superpotencia geoeconómica de Europa, país en el que el gobierno fue obligado a dar marcha atrás y reestatizar el agua, hasta México, donde la fétida ley Korenfeld —que beneficia a la empresa estatal Mekorot