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Estamos en un momento en que la inteligencia es un valor en alza. Acumular títulos y destrezas es sinónimo de conseguir un futuro esperanzador. En cambio, para hablar de emociones y de sentimientos no parece ser el momento más oportuno para recrearse o entretenerse. Lo que no tienen en cuenta muchas personas es que sin emoción no hay pensamiento porque todo pensamiento implica, automáticamente, una emoción.
Para adentrarnos en el mundo de la inteligencia, tendremos que considerar, a la vez, el mundo de las emociones, como dos caras de una misma moneda.
Desde la primera página hasta la última, tendremos que dejar atrás nuestra mente racional y analítica con su falso "ego" y su falso "yo". Tendremos que entrar en un mundo diferente donde el "ser" es lo que realmente importa. Debemos conectar con nuestra esencia y verla indestructible, ya que está más allá de las etiquetas que influyen negativamente, provocando un efecto Pigmalión negativo.
La emoción negativa es una señal de alarma que se vive como inquietud, desasosiego, temores indefinidos y difusos que tienen una nota de anticipación de lo peor. La educación emocional es la única manera de saber aceptarse y entender el por qué de nuestros sentimientos y acciones.
Las necesidades emocionales de los niños con altas capacidades nos ayudará a entenderlos y sabremos cómo sienten, cómo viven y cómo sufren.